lunes, 27 de mayo de 2013

Chanel nº 5

Me di cuenta de que soy una fashion victim adicta a los perfumes fuertes cuando empecé a salir al campo con mi mamá. Hasta entonces, en la cuidad y en la bomba de gasolina, sólo había conocido aromas con una nota suave y con poca personalidad: desperdicios de comida, excrementos y orines humanos y perrunos, humo de carros… Pero nada comparado con la deliciosa fragancia de un cadáver en descomposición, restos de pescado putrefacto o una caca de vaca o de caballo sobre el pelaje, además de otros que mi mamá no ha podido identificar pero que a mí me parecen deliciosos y a ella, que no tiene el sentido del olfato desarrollado, le producen arcadas.

Tanto es así que la primera vez que me revolqué para perfumarme en nuestra primera salida juntas fuera de Bogotá -en Silvania-, ella creyó que el olor provenía de caca de pájaro –si bien cabe alegar decir en su defensa que le pareció muy extraño que existiera un ave tan enorme- y siguió acariciándome sin grandes reparos. Justo antes de partir hacia la ciudad salimos a dar otro pequeño paseo y de nuevo ese olor conocido surca el aire en dirección a nuestros hocicos, ¡qué delicia! En ese momento mi mamá descubre al borde del camino el cuerpo de un animal de tamaño mediano en estado de descomposición avanzada, sitiado por las moscas, quedando de él jirones de lo que había sido la piel, y unos dientes que parecen reírse de ella por haber pensado que se trataba de excrementos de paloma, y a mí a doblando las patas delanteras casi desmayada de placer a punto de echarme encima. Su grito arruina ese momento sublime y ella da por finalizado el paseo por ese día y nos devolvemos a la finca a paso ligero para someterme a esa tortura llamada “baño” de modo que sus amigos nos reciban en el carro para devolvernos a la ciudad. Por la noche, ya en nuestra casa, el olor que todavía emano desde el piso de abajo -amplificado por la imagen del cadáver todavía fresca en su retina-, hace que ella casi vomite y no pueda respirar hondo hasta que a la mañana siguiente me deja a primera hora en la veterinaria para que me quiten “esa peste asquerosa como sea” (dixit).

En nuestra siguiente salida al embalse de Chivor con sus amigos ciclistas mi mamá pide a una familia que se queda en la finca mientras otro grupo monta en bici que, por favor, conociendo mis antecedentes, si me llevan a algún lado, no me suelten. Dicho y hecho: mi mamá se va, yo lloriqueo y halo de la correa porque quiero que me lleve y ella me grita desde la bici “Espérame, Linda, espera”. Esa instrucción la conozco bien, de manera que me quedo tranquila porque sé que, tarde o temprano, ella regresa a buscarme. Pasado el rato la familia que tengo a mi cargo va a dar un paseíto por las veredas hasta la tienda y me llevan. Una vez allá, sin embargo, y presa de mis encantos hipnóticos que ya les he revelado, me sueltan y yo, aplico mi táctica escapista infalible, es decir, dejo que se confíen y, en el momento que menos se lo esperan, me voy a buscar a mi mamá. Como me había dicho que la esperara en la casa me dirigí derecha hacia allá haciendo una pequeña parada para revolcarme en un vertedero de basuras por el camino. La familia se asustó mucho cuando descubrió mi fuga. Cuando llegaron a la casa con el corazón en un puño me encontraron haciendo guardia, con los pelos del lomo de punta debido a una sustancia altamente pestilente. Me encerraron en una habitación con la esperanza de mantener neutralizado ese olor y cuando llegó mi mamita le tocó darme uno, dos, tres, hasta cuatro baños para poder regresarnos a Bogotá en el carro de ellos sin vomitar. De la pura desesperación acabé botándome del lugar donde estábamos, con la correa puesta al cuello, de modo que casi me ahorco yo solita. Aun así no me libré de la visita a la veterinaria al día siguiente para mi quinta jabonada y posterior acicalamiento.

Pero no hace falta salir al campo para perfumarse, Bogotá también ofrece suficientes oportunidades si uno las sabe buscar… A los dos días de regresar del campo invitamos a nuestro nuevo vecino a visitarnos. Tras una agradable cena española que prepara mi mamá le invita a acompañarnos en nuestro paseo nocturno por el césped de detrás de nuestro edificio. Cuando veo que mete el pie hasta el tobillo en la misma mierda superlativa en la que yo me revuelco constato que tenemos un gusto similar para las fragancias. En el ascensor de vuelta el aire está cargado de deliciosas partículas olorosas. Nuestro vecino, feliz con su nuevo perfume, regresa a su domicilio mientras que yo visito por primera vez el piso de arriba de nuestra casa porque es allí donde se encuentra la temible ducha: por segunda vez en esa semana, y a altas horas de la noche, me somete a esa tortura, durante dos horas. Yo lloro y tiemblo de frío y de miedo pero mi mamá es inflexible y me restriega por todas las esquinas con mi champú de árbol de té para pieles sensibles. A continuación extrae un pequeño aparato que expulsa aire y hace un ruido infernal y me persigue con él por toda la casa hasta que me intercepta en el sofá y no me suelta hasta pasadas otras dos horas, cuando el aire ha secado, por fin, mi cuerpo peludo, y las dos estamos muertas de sueño porque son las 2 de la mañana.


La cuidad también ofrece esencias incluso para regalos inesperados: cuando mi mamá regresó de Brasil, y tras pasar trece días separadas, me emocioné tanto al verla que, para mostrarle lo que la había extrañado, lo primero que hice al salir de la casa brincando de alegría fue revolcarme en otra mierda como bienvenida.

Es por esa afición a perfumarme mía que casi siempre me ven con una pañoleta rosada al cuello. Me la ponen en la veterinaria cuando me bañan y me dejan el pelo suave y esponjoso y olor a peluquería. Las pañoletas me duran como mucho unos 5 días porque se ensucian, se rompen, me las dejo enganchadas en los árboles cuando vamos al bosque, o me las tiene que cortar mi mamá con su cuchillo jamorero porque me he vuelto a revolcar y si se entretiene en quitarme el nudo le dan arcadas. Así que, como ven, me baño mucho… ¡Demasiado! Como a mí ese olor no me gusta en cuanto veo la ocasión intento echarme de nuevo Chanel nº 5, lo que pasa es que mi mamá cada vez está más atenta y cuando me ve doblar la patita grita “¡¡¡No!!!” tan duro que sobresalta a la gente a su alrededor. Sus congéneres la mira bastante sorprendida, porque ellos sólo ven a una dulce perrita olfateando el pasto, pero supongo que si tuvieran una colección de pañoletas rosadas caídas en batalla como la nuestra y hubieran superado las mismas pruebas a la paciencia, a los nervios, a la espalda, y a la pituitaria que mi mamá, entenderían…


Ahora, desde que hemos llegado a Europa, le he dado una pequeña tregua… En Barcelona las fragancias tienen un toque marino: algas putrefactas y algún pescadito. En el parque me revuelco y me revuelco, pero apenas alcanzo a encontrar alguna lombriz o ranita seca y, con algo de suerte, algún ratoncillo, pero ni siquiera medio descompuesto. Pese a que estos olores son como agua de colonia para lo que estamos acostumbradas, acá también me ha tocado bañarme y, ni más ni menos, que con champú con aroma de coco… Vaya broma del destino, cruzar el charco para acabar oliendo como las palmeras de mi tierra natal! 

5 comentarios:

  1. y esa estupenda serpiente putrefacta que encontrase en el refinado Parque del Virrey? Siento que encuentres Barcelona olfativamente tan aburrida!!!!!!

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    1. La serpiente del Virrey: un caso de continente prometedor y contenido aburrido, como las colonias de Jean Paul Gautier... Y como las lombrices de por acá. Hay que pillarlas todavía fresquitas, si no simplemente crujen pero no dejan aroma... Mi mami ya se ha dado cuenta y va mucho más tranquila. Pero la playa sí es olfativamente un mundo nuevo y apasionante... La putrefacción marina tiene un toque diferente, lo que pasa es que las cosas están muy cerca del agua como para revolcarme en ellas!

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  2. Channel No 5 si tu parles francais...San Diego # 1, si vives en la macarena !!
    Animo vecina...no sera la primera ni la ultima vez. Un abrazo desde la fria bogota.

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    1. Santi, te contrato ipso facto como mi asesor de marketing! San Diego nº 1... Creo que habrá un antes y un después de nuestros paseos por el prado de detrás de casa después de esto :)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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