domingo, 24 de febrero de 2013

Genio y figura



Mi mamá nunca había compartido su vida con un cuadrúpedo antes, de manera que es una inexperta total en el mundo canino, pero no hace falta ser un lince para darse cuenta de que soy una perrita bien particular:

Nunca me levanto del piso. Lo primero que me enseña mi mamá es a ponerme en pie (con mi plato de comida delante de la nariz), en lugar de a sentarme o a tumbarme.  

Hay que insistirme para salir a la calle. En lugar de salir corriendo de la casa, me siento en la alfombrilla de la entrada durante unos segundos para olfatear el aire detenidamente, ver qué día hace, y decidir qué me pongo. 

Jamás juego ni toco nada de la casa, espero echada en el sofá como una esfinge hasta que ella aparece (le hizo tanta ilusión que me subiera allá sola que nunca pensó en prohibírmelo), ella incluso hace chistes, por eso de quitarle dramatismo al asunto, diciendo que no sabe si ha recogido una perrita o un mueble.

Cuando ella llega a casa muestro mi alegría botándome a sus pies y moviendo tímidamente el rabo escondido entre las piernas. Se dice que los perros no tenemos noción del tiempo. Craso error: yo sólo me digno a bajarme del sofá y dirigirme hacia la puerta cuando ha estado ausente al menos un par de horas.

Las visitas en una casa que hay perro generalmente tienen un recibimiento de ladridos y saltos que hace que acaben encaramados en las puntas de sus pies apartándonos disimuladamente si no se encuentran muy relajados en nuestra presencia. La gente que viene a mi casa acaba arrastrándose por el piso. Mi actitud favorece las relaciones horizontales.

No me meto en su cama, de hecho ni siquiera he intentado subir donde ella duerme: en la gasolinera donde crecí nunca vi escaleras y me dan pavor (igual que el baño).

Cuando vamos de paseo el piso y los olores de las esquinas no me interesan; voy pegada a su pierna mirándola, lamiéndole la mano, y aúllo como un coche de bomberos mientras la gente le pregunta que qué me pasa.

Durante muchas semanas no emito un ladrido y mi mamá dice que si hubiera sabido que tengo una voz tan grave y sexy me hubiera llamado Marlene. Una vez superada esa primera fase, sin embargo, parezco Jekyll & Mr. Hyde: adorable e inofensiva hasta que se me cruza un militar -en vivo o en la tele, soy una perrita pacifista (los policías, en cambio, me gustan)-, un indigente borracho, un señor con casco, palo (léase escoba, bastón de trekking…), bolsa o morral grandes o, la mayor de las amenazas: una patineta…

Soy un sabueso a la hora de encontrar basura en los lugares más insospechados. Desde que pasea conmigo mi mamá se ha dado cuenta de que Bogotá está sembrada de huesos de pollo y raspas de pescado. Al principio no le importaba mucho ya que, al fin y al cabo, eso había sido mi dieta habitual; no obstante, desde que le dijeron que estaban poniendo veneno en los parques y después de tres desparasitaciones, su política cambió radicalmente: me abre el hocico y me agita como una coctelera hasta que suelto mi presa, que tengo que dejar abandonada con todo el dolor de mi corazón.

No se lo creían?:)
Me dejo manipular y hacer todo tipo de perrerías sin chistar siempre que ella esté conmigo (los veterinarios le piden que salga pero en seguida la llaman porque aunque no lo parezca soy muy difícil de controlar y me boto de donde sea). Como tengo heridas abiertas mi mamá ha estado sacándome el pus y haciéndome mucho daño y yo, a cambio, le muestro la barriga para que me acaricie. También llevo con mucha dignidad mi collar isabelino día y noche: como no veo y apenas oigo voy por la calle disparada meneando el embudo mientras ella va dando tumbos muerta de la risa detrás gritándome: “¡Lindaaaaaaaa, te ves muy chistosa!”.

Me sobresalto con cualquier cosa. De hecho, lo único que no me da miedo es, precisamente, lo que le da miedo a mi mamá, que es que se abalancen sobre mí enormes perros de raza bien alimentados y musculosos a olisquearme, sobre todo después de que me atacara una golden retriever y casi no lo cuento (algunas perras dominantes son especialmente agresivas conmigo, supongo que porque me ven una presa fácil). Pero ella es consciente de que ya bastante tengo yo con lo mío para que me trasmita otro miedo más, de modo que me da mucha libertad y ahora es de las mamitas más relajadas del parque.
A que me parezco a E.T?

Soy la perrita más consentida del mundo, lo que dice todo el que me ve... Pues claro ¡que esperaban! Tengo que compensar todo el tiempo que he vivido sin caricias... 

2 comentarios:

  1. Me quedan algunas dudas: ¿ella es ciega?¿De dónde la rescató? y ¿estuvo usted posteando en FB que buscaba a alguien para estar con Linda los fines de semana? porque le escribí para hacerme cargo algunos días y no recibí respuesta.

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  2. Hola! No ella no es ciega, es cojita. La recogí en una gasolinera en los Llanos orientales (sobre eso trata su primer post: Recue me). Y sí, yo estuve buscando ayuda para ocuparme de ella fundamentalmente los fines de semana, pero no vi nada tuyo en fb, sorry. Será que nos puedes contactar a través de su página?
    https://www.facebook.com/perritachandacallejerabusca?ref=hl
    Creo que ahí no tenemos pierde y podemos estar en contacto... Muchas gracias por tu interés!

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