Mi mamá nunca había
compartido su vida con un cuadrúpedo antes, de manera que es una inexperta
total en el mundo canino, pero no hace falta ser un lince para darse cuenta de
que soy una perrita bien particular:
Nunca me levanto del
piso. Lo primero que me
enseña mi mamá es a ponerme en pie (con mi plato de comida delante de la
nariz), en lugar de a sentarme o a tumbarme.
Hay que insistirme
para salir a la calle. En
lugar de salir corriendo de la casa, me siento en la alfombrilla de la entrada
durante unos segundos para olfatear el aire detenidamente, ver qué día hace, y
decidir qué me pongo.
Jamás juego ni toco
nada de la casa, espero echada en el sofá como una esfinge hasta que ella aparece
(le hizo tanta ilusión que me subiera allá sola que nunca pensó en
prohibírmelo), ella incluso hace chistes, por eso de quitarle dramatismo al
asunto, diciendo que no sabe si ha recogido una perrita o un mueble.
Cuando ella llega a casa muestro mi
alegría botándome a sus pies y moviendo tímidamente el rabo escondido entre las
piernas. Se dice que los perros no tenemos noción del tiempo. Craso error: yo
sólo me digno a bajarme del sofá y dirigirme hacia la puerta cuando ha estado
ausente al menos un par de horas.
Las visitas en una
casa que hay perro generalmente tienen un recibimiento de ladridos y saltos que
hace que acaben encaramados en las puntas de sus pies apartándonos
disimuladamente si no se encuentran muy relajados en nuestra presencia. La
gente que viene a mi casa acaba arrastrándose por el piso. Mi actitud favorece
las relaciones horizontales.
No me meto en su
cama, de hecho ni siquiera he intentado subir donde ella duerme: en la
gasolinera donde crecí nunca vi escaleras y me dan pavor (igual que el baño).
Cuando vamos de paseo
el piso y los olores de las esquinas no me interesan; voy pegada a su pierna
mirándola, lamiéndole la mano, y aúllo como un coche de bomberos mientras la
gente le pregunta que qué me pasa.
Durante muchas
semanas no emito un ladrido y mi mamá dice que si hubiera sabido que tengo una
voz tan grave y sexy me hubiera llamado Marlene. Una vez superada esa primera
fase, sin embargo, parezco Jekyll & Mr. Hyde:
adorable e inofensiva hasta que se me cruza un militar -en vivo o en la tele,
soy una perrita pacifista (los policías, en cambio, me gustan)-, un indigente
borracho, un señor con casco, palo (léase escoba, bastón de trekking…), bolsa o
morral grandes o, la mayor de las amenazas: una patineta…
Soy un sabueso a la hora de encontrar basura en los lugares más insospechados. Desde que pasea conmigo mi mamá se ha dado cuenta de que Bogotá está sembrada de huesos de pollo y raspas de pescado. Al principio no le importaba mucho ya que, al fin y al cabo, eso había sido mi dieta habitual; no obstante, desde que le dijeron que estaban poniendo veneno en los parques y después de tres desparasitaciones, su política cambió radicalmente: me abre el hocico y me agita como una coctelera hasta que suelto mi presa, que tengo que dejar abandonada con todo el dolor de mi corazón.
No se lo creían?:) |
Me dejo manipular y hacer todo tipo de perrerías sin chistar siempre que
ella esté conmigo (los veterinarios le piden que salga pero en seguida la
llaman porque aunque no lo parezca soy muy difícil de controlar y me boto de
donde sea). Como tengo heridas abiertas mi mamá ha estado sacándome el pus y
haciéndome mucho daño y yo, a cambio, le muestro la barriga para que me
acaricie. También llevo con mucha dignidad mi collar isabelino día y noche: como
no veo y apenas oigo voy por la calle disparada meneando el embudo mientras ella
va dando tumbos muerta de la risa detrás gritándome: “¡Lindaaaaaaaa, te ves muy
chistosa!”.
Me sobresalto con cualquier cosa. De hecho, lo único que no me da miedo es,
precisamente, lo que le da miedo a mi mamá, que es que se abalancen sobre mí enormes
perros de raza bien alimentados y musculosos a olisquearme, sobre todo después
de que me atacara una golden retriever y casi no lo cuento (algunas perras dominantes
son especialmente agresivas conmigo, supongo que porque me ven una presa
fácil). Pero ella es consciente de que ya bastante tengo yo con lo mío para que
me trasmita otro miedo más, de modo que me da mucha libertad y ahora es de las
mamitas más relajadas del parque.
A que me parezco a E.T? |
Soy la perrita más consentida del mundo, lo que dice todo el que me ve... Pues
claro ¡que esperaban! Tengo que compensar todo el tiempo que he vivido sin
caricias...
Me quedan algunas dudas: ¿ella es ciega?¿De dónde la rescató? y ¿estuvo usted posteando en FB que buscaba a alguien para estar con Linda los fines de semana? porque le escribí para hacerme cargo algunos días y no recibí respuesta.
ResponderEliminarHola! No ella no es ciega, es cojita. La recogí en una gasolinera en los Llanos orientales (sobre eso trata su primer post: Recue me). Y sí, yo estuve buscando ayuda para ocuparme de ella fundamentalmente los fines de semana, pero no vi nada tuyo en fb, sorry. Será que nos puedes contactar a través de su página?
ResponderEliminarhttps://www.facebook.com/perritachandacallejerabusca?ref=hl
Creo que ahí no tenemos pierde y podemos estar en contacto... Muchas gracias por tu interés!